lunes, 12 de octubre de 2009

Las metáforas del mundo on line (2)

En la imagen izquierda Borges escribiendo con dificultad con una pluma.
Sobre el sustrato
Una vez realizadas las advertencias, regresemos al sustrato. La primera capa se formó hace aproximadamente ocho años en un ensayo titulado El libro cambia de piel. Ahí expresé mis puntos de vista sobre una relación que a lo largo de los siglos ha presentado diversas mutaciones, sin perder su bidireccionalidad: el libro y la tecnología. A raíz de esa publicación en la que convergió el pensamiento de diversos editores, convocados por Alejandro Zénker, he mantenido intercambios de opinión con colegas, impresores y académicos, la mayoría usuarios de la red, interesados en una tendencia que parece irreversible: la circulación del libro y la prensa en soportes digitales.
Al pan, pan y al usuario, usuario.
Tengo que hacer un comentario a propósito del término usuario: me parece el más adecuado cuando hablamos de usos en red. Cabe decir que en etcétera descubrí toda una nueva terminología retomada por Alejandro Piscitelli en una entrevista concedida a Israel Piña: colonos, nativos, inmigrantes digitales que está de moda. No me convenció, o, se vale decir, no me funcionó, aunque advierto en Piscitelli cierto pragmatismo que deriva en ideas, y, a veces en ocurrencias, algunas de ellas ni siquiera planteadas por él (“no hay nada nuevo bajo el sol”, se dice, si no mal recuerdo en la charla) que podrían resultar convincentes y útiles en ciertos ámbitos. Sin embargo, y trasladando este razonamiento a otros actores ¿no le parece que la red, y más ampliamente, la digitalidad, porque hay digitalidad dentro y fuera de línea, está prefigurando en ciertos ámbitos una terminología pedante, de úsese y tírese, de mercadotecnia barata y de indudable subordinación tecnológica? Me quedo con usuario porque define a los actores del mundo en línea en su multiplicidad de funciones: autores, lectores, videoastas, aficionados, profesionales, consumidores, productores, generadores de conocimiento, de intercambio social y un largo etcétera en el que también se vislumbran nubarrones. Porque la nube, ese concepto chocante con el que ahora se define el entramado digital donde se gestiona y guarda información, no es vaporosa y blanca, sino una masa inestable en la que también hay truenos, relámpagos y arbitrariedades que atentan contra el uso social y libre de la red. Y aunque no lo comparto del todo, y, por lo tanto, no lo usaré aquí, encuentro más elementos de convergencia con el término usuario 2.0 al que se refiere Sergio Ortega Santamaría en su artículo titulado, Evolución del perfil del usuario: Usuarios 2.0.
El hipertexto de María de Jesús Lamarca y el hexágono de Borges
Esta práctica de generar nuevos conceptos (muchos de los cuales permanecen en el nivel de la ocurrencia o incluso del barbarismo) para otros que ya tienen una probada aceptación y funcionan perfectamente para explicar los “nuevos” usos de la red (y entrecomillo el término porque muchos no son nuevos, sino que están viviendo una ola expansiva con otras, llamémosle, marcas o incluso máscaras), se aplica también al hipertexto, cuyo padre conceptual, en la historia de la informática, es Ted Nelson. Incluso el término hipermedia, también acuñado por este filósofo, se puede englobar dentro de los márgenes que explican al hipertexto como concepto teórico, pues en su definición inicial estaba considerada la práctica hibrida en la que pueden converger, texto, audio, imagen fija y video interconectados.
Les propongo una breve definición para el término hipertexto que abarcaría también a la hipermedia: “texto con enlaces o conexiones a otro texto, documento, recursos o informaciones”. Esta explicación esta retomada de la tesis doctoral de María de Jesús Lamarca titulada, Hipertexto. El nuevo concepto de documento en la cultura de la imagen.
Cabe señalar que esta tesis, fiel a su objeto de estudio, se lee y actualiza en línea. Porque si de algo estoy cierto es que en esta Biblioteca de Babel, cuyos pasillos binarios contienen todos los libros y contendrán, probablemente, todos los libros posibles como lo concibió Borges en su ficción hexagonal, un excelente documento hipertextual para entender con amplitud el funcionamiento de la red y sus conceptos relacionados sin perdernos en la palabrería del marketing, es el hipertexto de la doctora Lamarca. Y por cuanto toca a la ficción de Borges, hay una coincidencia geométrica con el estudio de las redes informáticas que podríamos dejar como anecdótica, pero que ya está funcionando para concebir modelos de bibliotecas digitales.
De la ficción hexagonal a los modelos de red
En la figura 1, retomada de la sección de artículos de Dante Salatino del portal Aprender 3., se puede apreciar una imagen tridimensional muy probablemente renderizada (en lenguaje de subordinados digitales) que guarda una relación con los esquemas que se han utilizado para explicar una faceta del crecimiento de las redes peer-to-peer (ver figura 2,) descargada de la página del programador Mike Petersen, entre las cuales algunos ubican a las llamadas redes sociales. Ya me daré algún tiempo para polemizar a propósito de ese concepto que no me convence todavía.
Por lo pronto me gustaría poner fin a esta entrega citando un fragmento la Biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, escrita sin duda con herramientas analógicas: “El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.”
Apostilla: En youtube se puede ver íntegra la conferencia que dio Borges sobre La ceguera, retomada, después de un minucioso trabajo de revisión, en su magnífico libro Siete Noches. Entre lo que dijo Borges en aquel ciclo de conferencias que ofreció en el teatro Coliseo de Buenos Aires y lo que dejó en su libro, hay un abismo de diferencia; el mismo que hay entre la cultura textual y la cultura audiovisual.
Continuará...
Nota: El contenido de estas páginas puede utilizarse en otros contextos siempre y cuando se cite al autor, se vincule la dirección si se trata de entornos de red o se cite la fuente cuando se trate de otros formatos. David Gutiérrez Fuentes.

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