viernes, 30 de octubre de 2009

Las metáforas del mundo on line (4)


A la izquierda, Jean Baudrillard, abajo, una cita de su ensayo ¿Red dónde está tu victoria? felizmente recuperado por Walter, un usuario del blog El cajón de Watson: “Internet y el ordenador dan lugar a otro lenguaje, otra forma de funcionar, con sus propias normas. El ordenador hace pensar de otra forma. Por eso lo rechazo. Tengo una resistencia real, intelectual, mental a esa nueva forma de pensar, sin que ello implique ningún juicio de valor.”

Antecedentes
El sustrato que dio origen a este diario, no es el único referente ligado al tema de la complejidad en la red que trato en mi blog. Existen otras referencias de mi autoría que creí perdidas porque su soporte era papel perdido o “traspapelado”. Así sucedió con una entrevista que le hice a Edgard Morin sobre el pensamiento complejo y que estoy transcribiendo de nuevo para subirla en una próxima entrada. Otro caso más afortunado, pues sólo requirió de la práctica de cortar y pegar, fue un ensayo que escribí en El Búho (en su fase de suplemento) y que muy poco después circuló en una versión de El País, dentro de un suplemento digital llamado “Atrapados en la red”, que me sirvió de referencia para extraer algunas citas. Lo cierto es que al buscar la página con google me encontré con este epitafio: “Lo sentimos. La página que ha pedido no existe o ha sido borrada del servidor.” Afortunadamente mi ensayo original, al que titulé Internet o el síndrome del mongolismo virtual, fue replicado en su momento por la página de una ONG argentina, Programa Cambio y gracias a esa feliz condición del hipertexto: la reusabilidad, puedo rescatar el trabajo para mi querido diario escrito con sangre binaria. A diferencia, por cierto, del sustrato, esta entrada será transcrita sin modificaciones (salvo un hipervínculo nuevo), porque permite apreciar un cambio en mi pensamiento, mi manera de trabajar y un cambio en las condiciones actuales de la red. Al mismo tiempo, se aprecia la fidelidad a la esencia ideológica que condensa el principio de este blog: “Ni paraísos ni abismos digitales”
Internet o el síndrome del mongolismo virtual (1998)
Cuando uno se va a la cama,sólo puede llevarse dos cosas,
una persona o un libro. No un ordenador.
Ray Bradbury

El mar y sus metáforas
Arthur Gordon Pym era un aventurero que sorteaba toda clase de peligros en sus travesías marítimas. Este personaje de la novela de Poe se hacía a la mar en barcos que nada tienen que ver con los modernos titanes de hierro que hoy surcan los oceános. Él era un navegante en toda la extensión de la palabra. En la actualidad, y gracias a la proliferación de internet, los navegantes son precisamente la antítesis del aventurero. Navegar en nuestros días supone estar frente a un monitor, comodinamente echados sobre una silla. Los marineros de hoy se olvidan de que fuera del estudio donde se masturban con su computadora, hay un mundo real, hay mares, hay mujeres, hay viento, hay danza, hay libros.
Las metáforas entre el mar y la cibernética no son del todo desafortunadas. Carlos Fuentes se niega a escribir con algo diferente a la pluma. La razón la explica con una expresión norteamericana muy atinada: perro viejo no aprende trucos nuevos. Para Fuentes la lectura la seguiremos practicando como lo ha venido haciendo la humanidad desde la invención de la imprenta: “Para mí, el libro es un ser de carne y hueso; lo demás son revistas ilustradas, son Playboy. Además, si tengo un libro precioso para sentarme en una playa a leerlo, para qué arrastrar una computadora conmigo como si fuera yo un caracol... Un libro tiene alas y no sé si el internet las tenga, francamente.”
Conceptos y parques de diversiones
Internet es un fenómeno mundial que está causando una serie de opiniones muy controvertidas y a veces encontradas. Yo me considero un usuario de más de medio tiempo en la red. De ahí bajo información, ahí leo artículos de diarios hispánicos y revistas norteamericanas y ahí desarrollo un trabajo comercial que complementa mis ingresos. Es decir, utilizo el medio porque me es, válgaseme la redundancia, útil. Sin embargo, también advierto sus riesgos, sus trampas, sus vicios. Pero, a fin de cuentas ¿qué es internet?
Cada quien habla como le va en la feria, es la sabia y concisa letanía que suelo repetir a los amantes del concepto. El mundo es tan cursi, que un anticuerpo que se ha generado para menguar ese defecto, lo podemos encontrar en el rechazo de los investigadores sociales a definir categóricamente fenómenos reciente auge. Se pueden hacer proposiciones teóricas como las que formularon Víctor Flores Olea y Rosa Elena Gaspar de Alba en un interesante libro que por cierto reseñé aquí editado por Océano con el nombre de Internet y la revolución cibernética, pero definiciones tajantes y categóricas sobre un medio que efectivamente está revolucionando las comunicaciones y nuestra apreciación del mundo, mantendrán por fortuna un amplio margen de error. Los jubilosos usuarios o teóricos de la red que se inclinan a definir conceptualmente este fenómeno mundial, no son más que unos cursis sin remedio y las más pleclaras víctimas de un proceso encasillador que en lugar de iluminar, oscurece.
También sucede lo contrario: quienes se vuelcan a la red sin tratar de comprenderla, sucumben a un infierno de apariencia seductora donde el plato fuerte está constituido por una multiplicidad de imágenes que en su conjunto y por la lógica con la que se despliegan y vinculan, ha formado ya otro mundo paralelo, ese sí, más cercano a la Aldea Global. Aunque por su grotecidad y el frenesí con el que se vuelcan a él muchos de sus visitantes, tiene más parecido con un insulso parque de diversiones. Virtualandia me parece que podría ser el nombre más apropiado para esta quimera de la comunicación finisecular.
Narices virtuales
Numerosos estudios de todos los signos empiezan a demostrar que los internautas (so pena de desatar la ira de Poseidón, prefiero por hoy llamarlos así) inmersos en la red sin equipo salvavidas ni conocimentos de natación, son proclives a construir castillos (qué castillos, ¡fortalezas!) en el flatulento aire virtual. En Estados Unidos, monopolio en la manufactura de ñoños seriales, existen psiquiatras que tratan la “ciberadicción”. Se extienden por ese país grupos de internautas adictos conformados en asociaciones para hablar de sus tragedias, del vicio que les ocasiona baja productividad e incluso despido de sus empleos. Los ciberadictos anonónimos, grotescos paradigmas de un medio que está en pañales, se reunen en diferentes casas a tomar café con galletitas y rumiar ante sus congéneres las múltiples personalidades que adoptan al ingresar en los chats, lugares en los que es factible la comunicación a través del teclado, (aunque ya se usan cámaras y micrófonos), entre dos o hasta veinticinco personas.
El internauta promedio todavía distingue las fronteras, pero la mayoría padece de una miopía que en lugar de ceder, se agudiza con las antiparras holográficas que empiezan a pulular. Para ejemplificar lo expuesto me remito a las palabras de Michael Dertouzos, miembro del Massachusetts Institute of Technology y abanderado incondicional de la dimensión virtual: “Estamos a punto de desarrollar un modelo de gafas mágicas. El problema reside en qué es lo que la gente hará con ellas. Las gafas se podrán conectar a un ordenador, y entonces yo podría enviar a un correo electrónico lo que he visto a través de las propias gafas mágicas mientras me lanzo al vacío, por ejemplo. Así, si usted se pone sus gafas, podrá tener la experiencia de lo que es lanzarse al vacío.”
Algunos pensadores contemporáneos advierten que la expansión de Virtualandia es imparable. Dicho crecimiento mina, las más de las veces, los cimientos de la realidad, terreno apto sobre el que suelen erigirse las robustas, y, parodójicamente, etéreas, metrópolis de la red.
Para quienes piensan que exagero, les regalo otra probadita de este sui géneris yupie de la computación: “También estamos experimentando con narices”. En efecto, leyó usted bien, ¡narices virtuales! “Dentro de unos cinco a diez años se podrá ver a un robot entrando en una mina para olfatearla y comprobar si hay gases tóxicos. Luego se podrá conectar a Internet y usted tendría la posibilidad de oler, digamos, a su perro.”
Oasis en Virtualandia
Tras el entusiasmo acrítico de los apologistas de la red, podemos encontrar gente que se preocupa por el fenómeno sin maniqueismo, advirtiendo sus peligros o potencialidades. En México, los citados Víctor Flores Olea y Rosa Elena Gaspar de Alba, recopilan ejemplos de usos inteligentes del medio que hoy nos ocupa: desde experiencias que han revalorado movimientos sociales (como el de los indígenas en Chiapas) hasta exposiciones fotográficas que en internet han encontrado un vehículo de difusión enriquecedor y han tomado derroteros inimaginables.
Tampoco se necesita ser un erudito de las ciencias sociales para descubrir proyectos o modelos interesantes en la red. Un buen modem, sentido común (ahí pueden empezar los problemas) y un genuino interés por algún aspecto de nuestra cultura (ahí se pueden complicar los problemas) conducirán al internauta a buenos puertos. En España, José Antonio Millán dirige el Centro Virtual Cervantes (http://cvc.cervantes.es) página dedicada al estudio y la difusión del autor del Quijote, centro de reunión que contiene una base de datos de los escritores hispano hablantes y punto de partida que establece vínculos con otras páginas que se ocupan del estudio del idioma español y sus escritores a lo largo de los siglos.
Pero si hablé de apologistas y críticos imparciales de internet, me gustaría también hablar de los escépticos. Es decir, quiero retomar la mística de algunos intelectuales que ven con justa desconfianza el veloz trabajo constructor (o destructor, todo depende de la cuenta que usemos al mirar) de los obreros y arquitectos de Virtualandia, esa dimensión paralela que lenta y silenciosamente se ha colado en nuestras vidas.
Hay que saber nadar para meterse al mar
Me vino a la mente una charla muy emotiva que tuve hace tres años con el poeta Roberto Cabral del Hoyo. Entre otras cosas, me recordó una vieja anécdota de la plástica mexicana. El modelo esgrimido por el zacatecano, le sirvió de catapulta para lanzar sus opiniones sobre la moda de los poetas que se aventuran en el verso libre, sin conocer a los clásicos del Siglo de Oro español, y, en consecuencia, sin participar de los inexplicables misterios y las inexcusables reglas de la métrica. Decía Cabral (tanto los detalles como el contexto ahora no importan tanto), que varias personas le preguntaban a Diego Rivera que por qué pintaba manos toscas, cuadradas y de cuatro dedos (como las de los Picapiedra y Los Simpsons, agrego yo, hijo bien nacido de la televisión). El pintor cara de sapo respondía que lo más difícil de dibujar del cuerpo humano eran las manos. El lo hacía con maestría. Por lo tanto, estaba en su derecho de dibujar manos regordetas. Don Roberto pensaba que muchos autores de verso libre debían seguir el ejemplo de Diego en la poesía.
Algo parecido le sucede al internauta. Aventurarse en la mamonamente conocida “supercarretera de la información” sin conocer sus riesgos, mejor dicho, sin tener nociones de los múltiples señalamientos que conducen hacia Virtualandia (es decir, rumbo a la estupidez), puede forjar, está forjando ya, una raza de pilotos autistas.
Jean Baudrillard es un intelectual que compromete sus ideas con un esquema de pensamiento que defiende en la práctica, Baudrillard rechaza el uso de la computadora para desarrollar su trabajo y cuando se le invita a dar una conferencia se le ve con malos ojos porque nunca lleva sus textos en disquet. Desde su ignorancia práctica, pero desde su lúcida formación humanista, el pensador francés tiene su propia visión de la red; visión que comparto en el fondo, a pesar de declararme usuario, y a veces compulsivo, de la red. Opina Baudrillard. “Internet ofrece una profusión tan enorme de posibles informaciones, que terminamos por evaporarnos dentro de esa nebulosa. Todo se dispersa y se volatiliza. Más que un lugar para la cultura y el saber, se trata de un lugar para desaparecer, para perderse en los excesos, donde nos encontramos ahora sumergidos”.
Podrá parecer contradictorio que un usuario de internet como yo se regocije con las palabras drásticas de un intelectual que asume su rechazo activo al uso de la red. En una plática que sostuve con una maestra universitaria de Urguay (vía internet, dicho sea de paso), ésta me manifestó que las posturas de Baudrillard, Fuentes y Ray Braudbery en torno a internet, le parecían conservadoras. He reflexionado mucho está opinión y no la comparto. Me parecen más bien actitudes valientes, e, incluso, con algunos toques de romanticismo arcaico. Tal vez estos intelectuales terminen integrándose al nuevo medio, como lo hizo Chaplin después de varios años de resistencia al cine sonoro, pero tal vez permanezcan sin hacerlo y se vayan a la tumba con una visión del mundo diferente, porque lo que está en juego, finalmente, son los cambios en el proceso de pensamiento que internet trae consigo y cito nuevamente a Baudrillard: “Internet y el ordenador dan lugar a otro lenguaje, a otra forma de funcionar, con sus propias normas. El ordenador hace pensar de otra forma. Por eso lo rechazo. Tengo una resistencia real, intelectual, mental a esa nueva forma de pensar, sin que ello implique ningún juicio de valor.” “El mundo virtual es un mundo sin alteridad. Para formar parte de él, hay que aceptar el código. No hay lugar para la singularidad. En ese mundo, no hay más remedio que ser abierto. Ya no hay alienación.”
“Se podría decir que es un progreso absoluto, pero yo no lo creo. Sin duda, algún día las generaciones culturizadas o inculturizadas por internet y por el mundo virtual ni siquiera sospecharán que existe otro mundo. No les quedará ningún punto de comparación y, por tanto, no habrá ningún conflicto. Habrá un consenso total”
Internáutica moderna: del Argos al Explorer
El Argos desafió los mares con un objetivo preciso: recuperar el vellocino de oro que Hera envió desde el Olimpo para salvar a Frixo de la muerte. Los argonautas, con Jasón a la cabeza, sortearon múltiples peligros pero nunca perdieron de vista su misión. En la mitología contemporánea, la mayoría de los internautas viajan de un lado a otro del mundo sin mover el trasero de su asiento, recorren en prolongados trances hipnóticos la dimensión mediatizada hecha a imagen y semejanza de Bill Gates, masticando insípidas hamburguesas como el gordo de Jurasic Park y sin saber a ciencia cierta qué diablos quieren, quiénes son, para qué navegan.
Deseo terminar esta exposición con una cínica confesión de parte que demuestra cuán contradictorios somos los humanos: las citas expuestas aquí provienen de un suplemento especial que bajé de la edición digital de El País (http://www.elpais.es), coordinado por Mariló Ruiz de Elvira. “Atrapados en la red” es el título de este excelente trabajo que contiene muchos otros artículos con reflexiones de todas las tesituras sobre un fenómeno que preocupa a todos, y el cual, gústenos o no, es irreversible y tiene una marcada tendencia a convertirse en cotidiano. En otras palabras: ¡Gulp! (Publicado en enero de 1998)


Mariló Ruiz de Elvira, pionera en el proceso de digitalización de El País y editora del extinto suplemento "Atrapados en la red". Sobre su trabajo binario en el grupo Prisa hay un testimonio que vale la pena leer.

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Epílogo octubre 2009
Como dato curioso descubrí que en el blog egoligre, de un estudiante de Galicia, el autor consigna en una de sus entradas, atropelladas en su redacción, mis propias palabras como suyas para citar a Baudrillard: “Pese a esto Jean Baudrillard rechaza el uso de la computadora. Desde su ignorancia práctica, pero desde su lúcida formación humanista, el pensador francés tiene su propia visión de la red. El opina que bla, bla, bla...” Si su autor no ha tenido a bien en editar su pequeña pillería intelectual, podrá descubrirla aquí. No sólo eso, tengo la impresión de que cuando publicó su conjunto de recortes (Noviembre de 2007) el cuate ignoraba que el pensador francés había fallecido meses atrás. Gajes del analfabetismo funcional que trae consigo la virtualidad.
Continuará...
Nota: El contenido de estas páginas puede utilizarse en otros contextos siempre y cuando se cite al autor, se vincule la dirección si se trata de entornos de red o se cite la fuente cuando se trate de otros formatos. David Gutiérrez Fuentes.

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